05 Jun FUTURO DE LA VIDA RELIGIOSA POST-CORONAVIRUS
Más de 6 millones y medio de infectados en el mundo y casi 400.000 fallecidos no son cifras baladís. Son personas con sus propias historias de dolor que se entretejen con nuestras vidas. La vida religiosa tenemos que hablar de esto. Y quiero resumir mi reflexión en tres puntos:
- La experiencia de vulnerabilidad: igualdad, humildad y ternura.
Sentirnos y mostrarnos todos iguales ante el virus, nos ha hecho constatar esa naturaleza común de vulnerabilidad que todos compartimos. Esto para mí tiene tres consecuencias importantes:
- IGUALDAD: No sé si siempre los religiosos nos mostramos iguales al resto de la gente. La igualdad, por un lado, se traduce en cercanía real. Y, por otro, en compromiso serio por quienes viven discriminados y sufren la desigualdad permanente. A veces nos falta más empatía con lo que muchas personas viven en su día a día.
- HUMILDAD: Muchas veces nos perciben muy distantes, como si la realidad no nos afectara, como si fuéramos superiores, o incluso los sabelotodo. Esta vez hemos tenido que sufrir lo mismo que ha sufrido toda la sociedad y ojalá hayamos aprendido un poco más de humildad. Jesús mismo se hizo uno de tantos.
- TERNURA: Vivir y contemplar el dolor de los otros hace que surja la ternura madura. Hemos sido muchas veces muy duros con la gente, tan embalados con la burocracia que olvidamos la responsabilidad de transparentar la ternura de Dios para los demás. La gente tiene muchos sufrimientos que no siempre conocemos y nuestra rigidez -a veces camuflada con un espíritu de perfección- les impide ver en nosotros ese rostro materno y misericordioso de Dios.
2. La experiencia de confinamiento: despertar de la creatividad.
Hemos visto cómo el confinamiento ha despertado el ingenio y la creatividad en todos los ámbitos, especialmente en la solidaridad y en la pastoral online. Probablemente en estos momentos sean muy pocos los que queden reacios a la evangelización digital. Pero no basta con trasladar al mundo online lo que hacíamos offline porque lo digital tiene su propio lenguaje y formatos. Mi experiencia personal en TikTok me ha llevado a constatar que hoy no podemos ser atractivos sin al menos cinco cualidades: la brevedad, el dominio audiovisual, la vivencia personal de lo que predicamos, la sencillez y el humor. Y este idioma solo se aprende por inmersión.
3. La experiencia de sobreinformación: de los datos a la vivencia.
Más que nunca se hace actual el mensaje de Pablo VI en 1975 cuando decía que hoy necesitamos más testigos que maestros y que, si alguien escucha a un maestro, es porque primero es testigo. La Televisión, los periódicos y los medios en general nos han bombardeado con datos hasta el punto de que los números han sustituido a las personas y sus historias. Esto ha generado en la gente muchas preguntas sin respuestas. Porque hoy cualquiera tiene acceso a la información, pero no cualquiera es capaz de asimilar y ofrecer una interpretación evangélica de la misma. El saber se ha colocado por encima de la sabiduría y sabemos que no es lo mismo. Por eso, más que nunca, hacen falta testigos más que maestros. Cuando el dolor es tan fuerte, muchas veces se agradece más la compañía silenciosa y orante que las palabras por muy bonitas que sean.
Así que, en resumen, veo el futuro de la vida religiosa post-coronavirus:
- Más humilde y empática, haciéndose cargo con ternura de los más discriminados y vulnerables en todos los ámbitos sociales.
- Más presente y significativa en el mundo digital, aportando respuestas y visión evangélica a la triste realidad de tantos que viven como ovejas sin pastor.
- Más sabia y compasiva, con una sabiduría que no lo sabe todo, pero que da sabor a las vivencias, como fruto de la oración.
Todo ello, evidentemente, cada congregación, según sus carismas e inspiraciones, puede concretarlo mucho mejor.
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