Nos morimos ¿lo sabemos?

guitarra

¿Te das cuenta de que te mueres? Quizás eres de los que huye incluso de pensarlo. La muerte es un tema tabú para mucha gente. Pero ¿qué podría pasar si reflexionáramos un poco sobre esta realidad ineludible? ¿Qué nos paraliza ante este hecho? ¿Cuál es nuestra experiencia ante la muerte de un ser querido? Estarás de acuerdo en que también necesitamos hablar de las cosas que no nos gustan.

XISKYA VALLADARES / Neupic

12-02-2015

Anoche recibí un mensaje en el whatsapp: «La Virgen se ha llevado a Blanca». Creo que todas estábamos pendientes de esa noticia. La Hermana Blanca, de 50 años, nos dejaba en cualquier momento después de varios años luchando contra un cáncer. Y muchas no dudábamos de que sucedería en este día de la Virgen de Lourdes. Así fue. Así nos consolamos pensando que «se la ha llevado la Virgen», ha dejado de sufrir. Pero no puedo ni quiero hablar de ella. Solo quiero compartir las preguntas que me surgen desde algunas constataciones.

La primera es esa toma de conciencia de que nos morimos. Algo que en algunas sociedades se pretende ocultar a los niños, pero que pasa a ser tabú también entre adultos. Que nos morimos significa que nuestra vida termina para nosotros y para los demás. Esto, incluso si eres ateo, tiene unas consecuencias. Cuando menos, vas a dejar un vacío en algunos corazones. Y si eres creyente significa que te verás cara a cara con Dios. No sé a ti, pero a mí esto no me deja indiferente.

La segunda son las alabanzas magníficas y los remordimientos atroces. No he asistido aún a un funeral en que hablen mal del difunto. Ni he conocido a mucha gente  que no lamente o se arrepienta de algo en relación con el ser querido que les dejó.

La tercera es el duelo vivido en silencio o soledad. Al principio todo el mundo te acompaña, la gente te escucha y cuentas una y otra vez lo que más te impactó (contarlo es necesario para el proceso del duelo). Pero con el tiempo te quedas solo/a con tu dolor. El que se fue te deja una ausencia y vacío que se hacen cada vez más grande. Tú, que te quedas, pasas mucho tiempo asimilando lo que ocurrió.

Pues bien. Creo que nos hace mucho bien tomar conciencia de que nos morimos. Nos ayuda a reenfocar la vida. A veces nos hace falta un golpe de timón. Es algo que he vivido recientemente. Nos podemos sorprender de lo duros de corazón que llegamos a ser con personas muy queridas (casi siempre a quien más queremos, más le hacemos sufrir). ¿Qué haríamos si estuviéramos ante la última oportunidad de rectificar con alguien? Me cuesta mucho comprender que el orgullo venza al amor. Supongo que sucede solo cuando vivimos tan alienados de nosotros mismos que perdemos incluso la conciencia de que nos morimos, de que no sabes cuándo será la última vez que digas a esa persona «te quiero», «perdón», «gracias», «por favor». Palabras tan sencillas que solo cuestan un segundo de victoria del amor. Cuántas malas pasadas nos juega el orgullo, el amor herido y el victimismo.

¿Te das cuenta de que esa persona que quieres tanto y que hoy tienes cerca en cualquier momento ya no está? Aquí es cuando muchos prefieren el juego del avestruz, como si por ocultar la cabeza, toda esa realidad desapareciera. «Hay tiempo de sobra». Pero la verdad es que nadie sabemos ni el día ni la hora. Es muy duro, pero ¿quién podría decir lo contrario? Pensarlo no es opuesto al optimismo ni a la esperanza. Es simplemente afrontar lo que nos sucede. Cierto que para un cristiano la muerte tiene sentido como paso a una vida más plena en Dios. Pero quien se queda tendrá que sufrir mucho sus silencios y ausencias, sus rencores y sus soberbias, cuando no supo afrontar situaciones difíciles con quien amó y ya no está.

Morir reconciliado con los seres queridos es una gracia enorme. He hablado con personas en estado terminal. Cuando son conscientes la vida ya no se planea de la misma manera. Todo cambia: la sensibilidad, el grado de humildad, la accesibilidad, la forma de dialogar, el modo de afrontar las dificultades. ¡Todo se relativiza tanto! Toman conciencia de su pequeñez y de su necesidad de misericordia (de Dios y de los demás). Se dan cuenta de qué es lo realmente importante en esta vida. Priorizan las relaciones familiares, de amistad o de comunidad (el éxito, el trabajo, no tienen importancia). Toman conciencia de que no pueden cambiar los hechos ni sus emociones, pero sí el qué hacer con lo sucedido. Y yo me pregunto, ¿por qué esperar a encontrarnos frente a la muerte para replantearnos la vida? la realidad es que algunas nos dejan repentinamente.

Pasar por este mundo haciendo el bien no es una tarea fácil cuando se hace con constancia. Requiere vivir desde el amor y para el amor cada día, que no significa ser perfectos, pero sí vivir gestionando las dificultades desde otra visión. Esto nos prepara para ese camino que tarde o temprano todos tendremos que emprender: el regreso a la Casa del Padre donde todos nos reencontraremos. Totalmente cierto es que Dios es misericordia y nos acogerá en su abrazo. Pero no hablo de eso hoy. Digo simplemente que todos nos morimos y no sé hasta qué punto lo sabemos. Pensar alguna vez en ello nos puede ayudar a vivir muchísimo mejor. Te aseguro que la gente que se queda cuando te vayas, solo recordará la música que dejas… ¿de qué melodía estás llenando el mundo?

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