Revivir la esperanza en tiempos de perplejidad

Puedes ver el video de esta conferencia en mi canal de YouTube

El título de la conferencia es «Revivir la esperanza en tiempos de perplejidad», porque hoy vivimos, más que nunca, en un tiempo en el que la esperanza es casi una virtud heroica para muchos. La pandemia, las restricciones sociales, la consecuente crisis económica, la enfermedad y hasta la muerte, han llenado de miedo y de inseguridad a gran parte de la población mundial y local. Son tiempos de perplejidad, de incertidumbre, pero ahora también, tiempo de Adviento, de esperanza, de alegría y de gozo.

El Adviento es el tiempo de la espera y de la esperanza por la venida de Jesús. Una venida que ocurre en la vida personal y de toda la historia humana. Para los creyentes, hay tres venidas de Jesús:

  • Primera. Cuando vino por primera vez, haciéndose un o de tantos, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación.
  • Segunda, al final de los tiempos. Cuando venga de nuevo con toda gloria y poder y nos llame a poseer el Reino prometido que ahora, con esperanza, confiamos alcanzar.
  • Y una intermedia, que es su continua venida en nuestro presente: viene ahora a nuestro encuentro en cada ser humano y en cada acontecimiento para que lo acojamos en la fe y desde el amor demos testimonio de la espera de su Reino.

Por eso, en la liturgia de la Iglesia, el primer domingo se centró en la vigilancia en espera de la venida del Señor: «Velad y estad preparados, que no sabéis cuándo llegará el momento».  El segundo, en la conversión, nota predominante de la predicación de Juan Bautista: «Preparad el camino, Jesús llega».El tercer domingo, en el testimonio, que María, la Madre del Señor, vive, sirviendo y ayudando al prójimo: «Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?» Y el cuarto domingo en el anuncio del nacimiento de Jesús hecho a José y a María y nos invita a «aprender de María y aceptar a Cristo que es la Luz del Mundo».

Sé que todas estas palabras pueden sonar a chino o incluso dar risa a quienes no creen, pero esta es nuestra fuerza y nuestra esperanza.

Y precisamente por eso me gustaría partir ahora de una pregunta: ¿Cuál es tu situación actual? ¿Cómo te encuentras hoy? ¿Cómo está tu corazón? ¿Dónde pones tu fuerza, tu alegría y tu esperanza? Necesitamos tomar conciencia de cómo nos sentimos, de lo que nos está pasando, a nivel personal y familiar… No es lo que sucede, es cómo vivimos lo que nos sucede, lo que marca la diferencia. Puede que seas uno de los privilegiados que no ha tenido que sufrir nada de los dolores actuales del mundo, o puede que seas uno de los que sí ha sentido el dolor en su propia historia, más cerca o más lejos, algo te ha cambiado este último año. Y para todos, la Palabra de Dios en este Adviento es la misma.

El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos. Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián.

Hoy quiero compartir contigo tres experiencias que, de algún modo, hemos tenido todos este año, y que podemos interpretar a la luz de esta Palabra.

  1. LA EXPERIENCIA DE VULNERABILIDAD

Sentirnos y mostrarnos todos iguales ante el virus, nos ha hecho constatar esa naturaleza común de vulnerabilidad que todos compartimos. Esto para mí tiene tres consecuencias importantes de las que no siempre tomamos conciencia:

A. IGUALDAD: Ricos y pobres, poderosos y últimos, cultos y menos cultos, todos somos iguales ante el virus y ante la muerte. Lo pensamos pocas veces. Pero la igualdad, por un lado, se traduce en cercanía real. Y, por otro, en compromiso serio con quienes sufren la desigualdad permanente.

Los que somos creyentes vemos en Jesús una inspiración en este sentido: «Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos». (Filp. 2, 6,-11)

El que era Dios se hizo uno de tantos hasta experimentar la muerte: «Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz». El que era Dios se hizo uno de tantos hasta experimentar la muerte: «Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz». El que era Dios se hizo uno de tantos hasta experimentar la muerte: «Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz».

B. HUMILDAD: Quien es capaz de sentirse igual al último, se vuelve humilde. La humildad produce paz y serenidad, logrando que las personas vivan más felices. La humildad tiene al menos tres beneficios:

1) Te facilita controlar el mal humor y las actitudes inadecuadas. La persona humilde logra controlar su mal humor en momentos que se presentan enfrentamientos o diferencias de opinión, que el orgullo convierte en pequeñas guerras que podrían separar a quienes se aman.

2) Te dispone a aprender de los demás. Estamos más abiertos a aprender de las experiencias y consejos de los demás si somos conscientes de nuestra imperfección. La sabiduría no está en Google. La sabiduría es experiencia de vida.

3) Te enseña a reconocer el momento adecuado para frenar o comenzar algo. El orgullo no sabe de límites, mientras que la humildad es todo lo contrario. La persona humilde sabe cuándo callar y cuándo hablar en una discusión, y sabe cuál es el momento oportuno para ceder terreno o seguir avanzando en pro de sus sueños y metas.

En este sentido no solo nos inspira Jesús en este Adviento, sino María: No fue solo la servidora de Dios, sino la servidora de todos, de su prima Isabel a quien se fue a servir a pesar de su embarazo.

C. TERNURA: Vivir y contemplar el dolor de los otros hace que surja la ternura madura. Nuestra sociedad nos ha llevado a ser muchas veces duros con la gente, echamos la culpa a las prisas, a la burocracia, al exceso de trabajo. Pero seamos honestos: Es decisión nuestra cómo queremos vivir. Nosotros elegimos en cada pequeña elección de cada día. ¿Más dinero o más amor? ¿Más confort o más tiempo con los nuestros? ¿Más calidad o más cantidad?

Todos tenemos sufrimientos que no publicamos, los otros (esos que tienes al lado) necesitan tu ternura. Pero la ternura solo nace en corazones descentrados de sí mismos, humildes y capaces de sentir con los demás. Si estás más pendiente de tu dolor que de los demás, no serás capaz de la ternura.

Pero la ternura no es ñoñería, sino sentir con el otro, valorarlo en sus posibilidades, creer en él, darle ánimo, quererle bien. Así es como nos lo enseña Jesús en muchos pasajes del Evangelio, por ejemplo, miró con ternura al joven rico, a la mujer pecadora, a Zaqueo que le seguía de lejos, a la viuda enferma, y a todos los pobres y necesitados que le buscaban como su última esperanza.

¿Qué puede más en ti? ¿La ternura o el temor al rechazo o al qué dirán; la prisa y el estrés; el temor de sobrepasar los derechos del otro; las ideas preconcebidas; el resentimiento o la insensibilidad?

2. LA EXPERIENCIA DE CONFINAMIENTO

Quizás no todo es lo que parece porque Dios es Aquel capaz de sacar bien del mal. «Mis caminos no son vuestros caminos, mis pensamientos no son vuestros pensamientos» (Isaías 55,8).  Tenemos que leer la historia a los ojos de Dios. En las redes sociales muchos aborrecen este 2020, ha sido el año en que ocurrió lo nunca imaginado: en España, y muchos otros países del mundo, sin cometer delito alguno, un virus nos ha tenido casa por cárcel durante tres meses.

Sin embargo, ha sido el tiempo del ingenio y de la creatividad en todos los ámbitos, sobre todo en la solidaridad y en el modo de vivir la fe online. Y hemos aprendido de ello. Mi experiencia personal en TikTok me ha llevado a constatar que hoy no podemos ser significativos sin al menos cinco cualidades: la brevedad, el dominio de lo audiovisual, la autenticidad (que es vivencia personal de lo que predicamos), la sencillez y el humor. Y este es un idioma que solo se aprende por inmersión.

He visto cómo los católicos se lanzaban a dar testimonio de su fe online. Cómo las iglesias abrían sus puertas para convertirse en hospitales. Cómo religiosas y sacerdotes abrían sus vidas al mundo en la Red y conseguían lo nunca visto: miles de miles de fans.  Cómo los vecinos se ayudaban mutuamente con la compra, con el perro, con la música. Los sanitarios daban su vida, incansables. Y la unión en un solo aplauso nos daba ánimos.   

Se cumplía el texto del Apocalipsis donde dice: «Mirad, he aquí que yo hago nuevas todas las cosas. Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas». (Apc. 21, 5) La cuestión es ¿te lo crees? Todo depende de los ojos con que miramos la vida, saber ver lo más profundo, lo esencial, lo verdadero, solo es posible con los ojos del corazón.  

3. LA EXPERIENCIA DE SOBREINFORMACIÓN

La Televisión, los periódicos y los medios en general nos han bombardeado, y siguen bombardeándonos, con datos terribles sobre el COVID hasta el punto de que los números han sustituido a las personas y sus historias. Toda esta situación ha generado ansiedad, inseguridad, confusión y muchas preguntas sin respuestas. Hoy cualquiera tiene acceso a la información, pero no a su lectura desde el valor profundo de la vida. El saber se ha colocado por encima de la sabiduría y sabemos que no es lo mismo. Más que nunca, es el tiempo de los testigos más que de los maestros.

Sanar heridas, reconciliarse con la realidad, tener una mirada profunda de la historia, y asimilar el dolor es más difícil que responder preguntas que cualquiera puede encontrar en Google.

Así que, EN RESUMEN, revivamos la esperanza en este tiempo de perplejidad:

  • Miremos al que viene esta Navidad y cada día a nuestra vida: El que se hizo uno de tantos, lleno de humildad, haciéndose cargo con ternura de los más discriminados y vulnerables en todos los ámbitos.
  • Contemplemos cómo Dios es Aquel capaz de sacar bien de cualquier mal viendo más allá de las apariencias de la vida y de la historia. No hay años buenos ni años malos, hay personas con mirada profunda que descubren lo bueno a pesar de las malas apariencias.
  • Tomemos conciencia de que los datos no nos aportan la sabiduría valiosa de la vida y que es el momento de ser testigos más que maestros. Testigos de los valores que realmente nos dan la Vida. 
No Comments

Post A Comment

*