Tu gloria, Señor, somos nosotros

Inmensidad

Tu gloria, Señor, es que mi vida te refleje. Que mi risa hable de un Dios risueño, y mi inquietud de un Dios cercano, preocupado por los suyos.

Tu gloria es la mano que tiendo, y la que acepto, la palabra que me regala aprecio y esperanza, la mirada que adivina posibilidades.

Tu gloria es que se estremezcan mis entrañas porque descubro que el otro es mi hermano. Que sane la herida injusta. Y que el verdugo guarde el arma para siempre.

Tu gloria, Señor, somos nosotros, capaces de incendiar el mundo con tu evangelio. 

Que hay demasiado grito. Que sobran palos, barreras y hambres. Que muchas personas viven en medio de vendavales y de lágrimas.

Paz para quienes ocultan dolores viejos y heridas nuevas. Para quienes lloran fracasos o impotencia. Para quienes caen en los caminos, víctimas de los abismos que devoran sueños y vidas. Paz para quien se estremece por un futuro incierto, y para quien no consigue olvidar. Para quien se siente solo. Para el cautivo, retenido por muros de piedra o de prejuicio. Paz para dar y construir, para regalar y anunciar.

La paz necesaria, que es promesa y deseo.

Quiero amor. Como todos.

Quiero un abrazo, una caricia, una sonrisa, una broma, una conversación profunda, un paseo en silencio o un parloteo intrascendente. Reírme mucho con quien me aprecia. Llorar por todo lo que me desborda, sabiendo que el hombro en que me apoyo es refugio seguro.

Y tú, Señor, me amas así.

Quizás no es tan fácil sentirte. No es físico ni inmediato. Es la tuya una presencia diferente. Pero me quieres con locura, sin condiciones, en la flaqueza y la fortaleza. Y a cada hombre y mujer, niño, joven y anciano…

No hay desamados para ti. No estamos solos.

1 Comment
  • Rosa
    Posted at 11:07h, 26 junio Responder

    Muchas gracias por escribir estas maravillosas palabras. Creo que son gloriosas.
    No estamos solos. Sin duda 🙂

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