Buscando la verdad

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Solo un corazón limpio es capaz de encontrar la verdad. Y ese es un corazón libre de rencores, de rabias, de prejuicios, de componendas, de intrigas y de orgullo. En resumen, un corazón de niño, que no es lo mismo que infantil.

8/04/2015 / Neupic – Dicen que «no hay peor ciego que aquel que no quiere ver», y es verdad, pero el problema no está en el querer, sino en la ceguera. ¿Qué nos hace estar ciegos? Lo diré de entrada y a rajatabla: Nos ciega nuestro ego enorme. ¿Has conducido alguna vez con una espesa niebla? Incluso cuando conoces muy bien la carretera, no te queda más remedio que ir muy despacio: Avanzas casi a tientas, cualquier imprevisto te puede sorprender. El corazón se pone en «modo alerta: On» y como te creas muy seguro, corres más peligro. Ante cualquier curva te puedes salir del asfalto o darte contra uno que viene despistado o borracho frente a ti.

A veces me pregunto por qué la lógica aplastante que tenemos para sobrevivir físicamente no la usamos para vivir mejor nuestra vida. La niebla de nuestra vida es nuestro ego y cuanto más grande, más desdibuja nuestro camino en la búsqueda de la verdad. Ojalá observáramos más a los niños, que aún tienen un corazón limpio y sencillo. Ellos tienen mucho que enseñarnos.

¿Cómo funciona nuestro ego? Igual que la niebla, distorsionando nuestro camino, nublando la verdad. Solo quien tiene su corazón libre encontará la verdad en sus pasos por la vida. ¿Cómo puede el rencor, la rabia, el orgullo herido, mirar con objetividad? Mira los animales, cuanto más heridos, más peligrosos. No son libres porque el dolor les obliga a ver solo desde lo que sienten. No somos menos que ellos. Solo un corazón limpio y sencillo es realmente libre. Pero esta sociedad no nos enseña a conquistar esa libertad. Nos dice lo contrario: «No seas tonto», «protégete», «no permitas eso que te han hecho», «mira»… Y nos enfoca con lente de aumento el mal recibido. Nuestro ego se agranda, la niebla se hace más densa. Y llegamos a perder toda visión de la verdad. Incluso nos cegamos tanto que creemos más lo que dice nuestro ego que la belleza del camino y las almas que Dios pone a nuestro lado para nuestro bien. Es que a veces el bien duele también…

«Las personas no son siempre lo que quieres que sean… A veces te decepcionan o te desilusionan, pero primero tienes que darles una oportunidad. No puedes conocer a alguien y esperar que sea todo lo que buscas y después enfadarte porque no son todas las esperanzas y aspiraciones que habías puesto sobre ellos. Es estúpido creer que alguien sea lo que crees que son. Y a veces, cuando le das una oportunidad, resultan ser mejores de lo que creías que eran… Diferentes, pero mejores porque hasta te acompañarían por el resto de tus días» (Chloe Rattray)

Buscar la verdad no es solo un derecho, sino también un deber para ser feliz. «La verdad os hará libres», dijo el Nazareno. Ahora lo entiendo mejor que nunca. Lo que no entiendo es por qué queremos seguir optando por no ver, por no querer conocerla, por cerrarnos a nuestros juicios, por condenar sin dar oportunidad, por restar en lugar de sumar… En definitiva, por ser infelices.

Hay un niño dentro de ti y dentro de mí, ese ser sencillo, descomplicado, alegre, sincero, cariñoso, que ríe, llora, pelea y se enfada, pero olvida, da mil oportunidades porque busca un millón de veces la verdad, la belleza, la felicidad que solo pueden encontrar los pequeños que son los que saben ser libres y amar. Y ojo, sacar al niño que llevamos dentro nada tiene que ver con convertirse en una persona infantil.

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