¿Guerra santa?

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(Kadir Baris/Getty Images)

XISKYA VALLADARES / The Objective

15.08.2014 – Regreso ahora de una tertulia de radio y el tema era si la intervención de las tropas de Estados Unidos está justificada en Irak. Evaluarán las opciones para el rescate de más de 30.000 personas perseguidos por los yihadistas. Más de 15.000 yazidíes llevan una semana sin comida. Aunque no se diga tanto, lo mismo pasa con los cristianos de la zona. Pero todos sabemos que cualquier intervención militar nunca será solo humanitaria sin armas.

No creo en la combinación «guerra santa». Tampoco en ninguna justificación para asesinar. Pero es cierto que el mal existe (y que al trigo le toca crecer junto a la cizaña). Cualquier guerra supone aceptar la incapacidad de diálogo y mediación del ser humano, lo cual de entrada ya me da rabia. Sin embargo, no podemos cerrar los ojos a la realidad. El deseo desmedido de poder, el fanatismo, los intereses económicos y ese corazón humano con tendencia egoísta, son las razones últimas y verdaderas de cualquier guerra. Colocarle el adjetivo «santa» no cabe. La religión (del latín «religare», adhesión, unión con Dios), si es auténtica, no puede conducir jamás a división ni a egoísmos ni guerras. Pero encontramos fáciles justificaciones para nuestros intereses. «Guerra santa» es una combinación del tipo «fuego helado» o «luminosa oscuridad»… Absurdo.

Cierto que el cristianismo hizo también sus propias guerras en siglos pasados. No son justificables, pero la historia explica que la humanidad aún estaba en pañales en cuanto a desarrollo y pensamiento se refiere. Nuestro mundo no se ha madurado parejo. No podemos comparar el desarrollo de zonas de países africanos, latinoamericanos, europeos u orientales. La cultura y la mentalidad no son comparables. Pero si la conciencia del bien y del mal son innatas en el corazón humano, ¿cómo podemos explicar tanta violencia y egoísmo? A mí sólo se me ocurre que tenemos el corazón un poco enfermo, con manifestaciones acordes al nivel de nuestro desarrollo.

Sonará a tópico. Pero es que las palabras se gastan. Y de las más gastadas es «amor»… «Sólo el amor salvará el mundo». No es cuestión de sentimientos, sino de actitudes, de valores, de verdadera libertad interior. Puede sonar a utopía. Pero son los pequeños detalles cotidianos los que crean ambientes, y son los ambientes de diálogo y perdón los que construyen nuevas realidades que forman nuevas civilizaciones de amor. ¿Puede cambiar este mundo? La pregunta quizás sea: ¿puede cambiar nuestro corazón? Toda acción por pequeña que sea trae consecuencias. Hablamos de un amor que consiste en procurar el bien del otro, sea quien sea, y para eso hace falta estar por encima de nuestros egoísmos e intereses.

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