¿Hablar abiertamente de mis creencias religiosas?

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En una sociedad plural, tolerante y libre, es incoherente intentar reducir la fe a ámbitos privados como pretenden algunos. Cuando todos ejercen su derecho a la libertad de expresión, ¿se excluye de ella el tema religioso? La fe no puede quedarse en casa porque es marca de nuestra identidad.

Vivimos en una sociedad plural donde se defiende la tolerancia, la variedad se considera riqueza y en la que los límites de la libertad están poco claros. Esto sería algo positivo, si realmente fuera un derecho para todos. Sin embargo, esta realidad no deja de resultar algo incoherente con esa idea extendida de que las creencias religiosas pertenecen al ámbito privado y no tanto al público. A no ser que «el ámbito público» se refiera claramente al del Estado que expresamente se considera laico.

La persona es una unidad y no cambia sus sentimientos, ni sus pensamientos, ni sus valores, cuando cambia de entorno o de relaciones. Conozco muchas feministas y muchos gays que no sólo no ocultan su identidad o ideología, sino que la defienden por igual cuando están con sus amigos, como cuando están en el trabajo, como en las manifestaciones públicas. Y no sólo están en todo su derecho de hacerlo, sino que serían incoherentes si no lo hicieran. Lo mismo sucede cuando alguien se ha enamorado o se va a casar: no suele ocultarlo. O cuando un hombre va a ser padre, etc.

Ciertamente no se trata de ir divulgando nuestra intimidad, ni de imponer nuestros valores a nadie, ni de dar la nota. Sólo se trata de coherencia en la vida y de ejercer un derecho de libertad de expresión. Pero parece que en la actualidad se tiene mucho miedo a la religión. Todo el mundo ve normal y respeta a todos los grupos antes mencionados. Sin embargo, hay cierta presión para relegar la religión a casa o a la iglesia. Cuando en la actualidad ni siquiera lo más íntimo del ser humano se reduce a lo privado.

Un creyente no puede ocultar su fe, le saldrá hasta por los poros; es lo normal. Igual que un enamorado no puede ocultar su amor. O que una feminista o un liberal no pueden esconder su ideología. Se les «escapa» en el día a día, en el trabajo, con los amigos, en la familia, etc. Si en un despacho el funcionario puede tener las fotos de sus hijos, ¿por qué no puede tener una imagen religiosa? ¿Acaso la libertad de expresión excluye el tema religioso? Si incluso movimientos como el 15M tienen libertad de tomarse una plaza durante más de un mes, manifestarse por las calles siempre que quieran, incluso sin pedir permiso. Los creyentes no somos ciudadanos de segunda con recortes de derechos. Y podemos ejercer también nuestra libertad de expresión, en el ámbito privado, pero también en el público.

Porque la fe no puede dejarse en casa como si de una prenda de «quita y pon» se tratara. Igual que no te dejas tus sentimientos, ni tus ideologías, ni tus valores, ni tus experiencias. Porque no podemos separar de lo que somos esos encuentros personales que marcan nuestras vidas. La fe es una experiencia personal de un encuentro de amor con tu Dios.La religión es un modo concreto de vivir esa fe. No podemos separarla de lo que somos. No podemos ocultarla. Como no ocultamos nada de lo que nos sentimos felices y orgullosos de poseer. La fe es el mayor don recibido. Ya en los inicios del cristianismo las personas morían por su fe. Esperemos no tener que llegar a ese punto en pleno siglo XXI, donde nos jactamos de sociedades abiertas y tolerantes, en las que hay un sitio para todos.

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