El amor no es ciego

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¿Te resulta difícil reconocer tus autoengaños? ¿Nunca aceptas las críticas que te hacen otros? ¿Solo te gusta escuchar lo que te agrada? Quizás tienes un problema urgente que resolver. El auténtico amor está lejos de ser ciego.

30-04-2015 / Neupic – Aceptar las críticas es una señal de madurez, pero también de salud psicológica y de búsqueda de la verdad. Tendemos de forma natural a auto engañarnos con mucha facilidad: cuanto más inseguros o inmaduros, más ciegos somos hacia nosotros. ¿No te has encontrado con personas que siempre tienen la razón? ¿Personas que solo se permiten escuchar lo que les agrada? ¿Incapaces de decir «gracias, quizás tengas razón, lo pensaré»?

Yo conozco a unos cuanto cuya actitud es justo la contraria. Personas que siempre agradecen las críticas; que se dejan ayudar a crecer; que no les cuesta pedir perdón; que mantienen una actitud tan abierta y tan humilde que incluso cuando tienen razón, se cuestionan por si estuvieran engañándose a sí mismos. Toparte con una persona así es encontrarse un tesoro por todo lo que puedes crecer y aprender junto a ella.

La ventana de Johari es una herramienta que nos ayuda a entender la forma en que procesamos la información que recibimos y cómo varía la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás. La clave está en esa apertura a los comentarios que otros hacen sobre nosotros. Lo que decide nuestras respuestas ante la vida, no es lo que nos hacen los demás, sino cómo lo vivimos nosotros por dentro.

En la ventana de Johari hay cuatro zonas: 1) La pública, que es la que yo conozco y los demás conocen, 2) la ciega, que es la que yo desconozco pero los demás sí conocen, 3) la oculta, que es la que yo conozco y los demás no conocen y 4) la desconocida, que es la que yo desconozco y los demás también desconocen. Todas estas áreas interactúan y cambian constantemente entre sí.

Si nos interesa ser cada vez menos ciegos, hay que trabajar en el área ciega. Es lo que comunicamos sin saberlo y normalmente los demás no nos dicen, aunque lo ven. No suele resultarnos fácil aceptar este tipo de información sobre nosotros porque suele tratarse de algo que no reconocemos. Sin embargo, para crecer y madurar es muy importante esta escucha receptiva también de lo que no nos gusta que nos digan. Si el otro no tiene razón, ¿por qué ha de ofendernos? Y si la tiene, ¿cómo no agradecérselo?

Hay cuatro aspectos que nos pueden ayudar:

1) Estar abiertos a las críticas para cuestionarnos con sencillez cuánto de verdad tienen, agradeciéndolas siempre con paz, incluso cuando lleguemos a la conclusión de que no tienen razón. Esto puede reducir el cuadrante ciego.

2) Ser honesto en tus relaciones. Cuantas más cosas ocultamos a familiares y amigos, a la larga más problemas podemos tener. Esto reduciría el cuadrante oculto.

3) Preguntarnos a diario por nuestras auténticas motivaciones delante de Dios. Para los que somos creyentes y nos tomamos la fe en serio, la necesidad de vivir con rectitud de intención tienen un sentido aún mayor que el simple hecho de vivir en paz con nosotros mismos y con los demás. En realidad, es el amor lo que da sentido a todos los ámbitos de nuestra vida y el amor es también vivir en la verdad, ser transparentes (vivir sin miedo). Por eso, preguntarnos delante de Dios por las verdaderas motivaciones de nuestros actos, decisiones y motivaciones, es muy necesario para purificar nuestro amor y no vivir en el auto engaño.

4) Dejarnos acompañar por alguien que nos cuestione para ayudarnos a crecer. No es buen acompañante de la vida quien solo nos dice lo que nos gusta oír. Las personas que pueden ayudarnos a crecer y vivir cada vez más en autenticidad y un amor más puro, son las que desde el deseo de hacernos bien, nos cuestionan aquello que de inmediato somos incapaces de reconocer. Las relaciones sanas son las que permiten cuestionarse uno al otro. Cuando estás seguro del cariño de una persona, no te importa que te cuestione. Sabes que lo hace porque te quiere y que son oportunidades que te ofrece para ser menos ciego y más libre.

Pero nada de todo esto es posible sin humildad, ni siquiera la confianza que supone el ser cuestionado. El amor está lejos de ser ciego. Porque «la confianza nunca proviene de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas» (Wallace Stevens).

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