Mi Cristo iraquí

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Foto: Dominik Kustra

Cinco días en Irak compartiendo su calvario en plena Navidad. Los cristianos refugiados, cuyas casas han sido arrasadas por IS, son el verdadero Cristo encarnado en pleno 2014.

XISKYA VALLADARES / Neupic

Cinco días en Irak compartiendo su calvario en plena Navidad. Los cristianos refugiados, cuyas casas han sido arrasadas por IS, son el verdadero Cristo encarnado en pleno 2014.

01-01-2015 – No es lo mismo que te lo cuenten a verlo y oírlo. Hoy ya no escribo de oídas, sino que he sido testigo. He pasado cinco días de la Navidad en Irak con nuestros hermanos cristianos perseguidos. Con los que han logrado huir de Mosul y de Qaraqosh. He visto sus carpas, sus barracones, su acogida, su fe, su fraternidad. He escuchado sus historias, sus llantos, sus risas, sus cantos, su precioso arameo. Y definitivamente, puedo decir que hemos vivido una auténtica Navidad. Igual que la de hace ya más de veinte siglos cuando María y José no tenían ni siquiera un lugar digno para que naciera Jesús.

Cuando ha visto mis fotos una Hermana de Comunidad me ha dicho: «¿Les hacías besar tu Cristo?» No, reconozco con vergüenza que a mí jamás se me hubiera ocurrido ese gesto. Eran ellos, sobre todo los niños y los ancianos quienes me pedían besarlo. Con sus caritas sucias, inocentes, a veces marcadas por el dolor, otras aún llenas de la alegría infantil, llenaban mi Cristo de sus moquitos, de sus babas, entre olores desagradables de todo tipo; lo contagiaban de sus emociones, añadían a Cristo sus dolores… Hasta que un día llegó una mujer que con lágrimas me suplicaba que se lo diera. Yo suelo dar todo lo que alguien me pide y está en mis manos, pero nunca el Cristo de mis votos. Esta vez, sin embargo, imposible negárselo. Yo sabía que ella lo llevaría con fe, con dignidad… En Qaraqosh ella había perdido todo, todo,  en cuestión de minutos precisamente por no renegar de su fe. ¿Cómo no dárselo? Cristo es para los demás. Él quería decirme que su lugar estaba con ellos.

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Viajamos a Irak una delegación de tres personas de Ayuda a la Iglesia Necesitada: Josué Villalón y Dominik, miembros de AIN, y yo Xiskya Valladares, religiosa de la Pureza de María y miembro del staff de iMisión, como invitada de AIN. Estuvimos principalmente en el barrio de Ankawa de la ciudad de Erbil, la única zona aún segura para los cristianos. Una ciudad que era de 30.000 habitantes y que ha recibido 70.000 refugiados que han sido colocados en edificios inconclusos (solo con las vigas), patios de parroquias, espacios abiertos a las afueras de la ciudad, lugares que iban a ser destinados para otras finalidades, etc. Una ciudad de contrastes porque es una ciudad rica (la tercera más grande del país después de Bagdad y Mosul) y la más antigua del mundo ininterrumpidamente habitada (de unos 8.000 a 10.000 años). Y, a la vez, el lugar de la miseria más vergonzosa donde están ahora hacinados los cristianos perseguidos de Mosul y Qaraqosh. Es el lugar donde nacieron buena parte de la historia de las Sagradas Escrituras, la llanura de Nínive, Ur de los Caldeos, etc. Hoy protegida de ISIS por los peshmerga y los soldados americanos.

Todos los cristianos refugiados en Erbil proceden de las ciudades y pueblos de alrededores de Mosul (a 80 km. de Erbil) y de Qaraqosh (a 25 km. de Erbil). Todos cuentan que al huir se sentían como los hebreos en el mar Rojo: por detrás el ejército del faraón (hoy ISIS) y por delante el desierto (hoy los peshmergas que tampoco les dejaban pasar por error). No les dio tiempo de coger casi nada. Algunos perdieron a sus amigos y familiares, vieron cómo les msacraban. Saben que han saqueado sus casas porque ahora en Mosul hay un mercado donde venden los objetos de los cristianos. Un estudiante de medicina nos contaba que había dejado su estetoscopio en el último cajón del armario de su habitación. Todo cerrado con llave. Pero había marcado su nombre y teléfono en su instrumento para auscultar. Hace un mes lo llamó alguien de Bagdag diciéndole que lo había comprado en Mosul y que si lo quería se lo enviaba. Él le contestó que se lo quedara. Así se han ido enterando de cómo les han robado y destruido todas sus casas.

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Hemos escuchado montones de historias. Una anciana de 100 años con la cruz tatuada en la mano y el dedo, salió de Qaraqosh en brazos de su nieto. Al llegar a Erbil pudieron estar una noche en un hotel, pero no habían podido coger todo su dinero y al día siguiente tuvieron que trasladarse al refugio de Ankawa Mall. Eran gente pudiente, hoy solo tienen lo básico para vivir y un espacio muy pequeño para toda su familia. He besado a Cristo en ella.

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En el refugio de Marquesh Shabab encontramos a una niña de cinco años, otro Cristo vivo. Tiene un problema en la columna, sin diagnosticar, que no le permite sujetarse la cabecita; además, padece epilepsia. Su madre nos contaba que necesita un médico y un hospital. Las condiciones climatológicas (fríos bajo cero en la madrugada y mucha humedad), más el hecho de tener que pasar el día sobre dos colchonetas delgadas, no son lo idóneo para ella.

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En ese mismo refugio, unas casetas más allá, encontramos a una anciana de 85 años que se había roto la cadera. Nunca he visto una cara de tanto dolor. Imposible moverse. Solo me cogía la mano y me decía en arameo: «Shukran! Alrab iebarkak!! (Gracias! Dios la bendiga!!) y añadió una frase que me impactó: «Dios le dará siempre la fuerza para cumplir su misión». ¿Será que mi Cristo vivo en Irak me profetiza?

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Todas las familias visitadas tenían una historia terrible que contar. En el diario El Mundo conté la más horrible de todas las que pude escuchar: La de una niña de tres años arrebatada de los brazos de su madre al huir. Un «príncipe terrorista» la señaló. La madre lloró, se arrodilló, le suplicó que no se la llevara. No sirvió de nada. Luego a ellos los abandonaron en medio del desierto donde tuvieron que caminar siete horas hasta encontrar una carretera en la que un coche les llevó hasta Erbil.

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Sin embargo, todos dicen lo mismo: «No les odiamos, no les deseamos mal, solo queremos que nos dejen volver a nuestras casas…» Y aseguran: «Lo hemos perdido todo, incluso la esperanza, solo nos queda la fe». Realmente ¿qué futuro les espera? ¿Cuánto tiempo más se puede vivir así? ¿Qué será de ellos en un año? Ningún niño refugiado está escolarizado porque no hay escuelas para ellos. Llevan seis meses así. Si las naciones no se unen y presionan a ISIS, será difícil devolverles la paz, el confort y la seguridad. Han perdido todo solo por su fe en Jesucristo. Y esto está sucediendo en pleno siglo XXI, el siglo de las comunicaciones, de la tecnología, de las alianzas. ¿Es posible tanta desigualdad? Sí. Pero la violencia no se soluciona con más violencia. Porque los adultos asesinados tienen hijos que nunca olvidarán.

Porque como dijo Martin Luther King en 1967, en su discurso en Atlanta: «Apuesto por un mundo mejor. Apuesto por la justicia. Apuesto por la fraternidad. Apuesto por la verdad. Y cuando alguien apuesta por todo eso no puede abogar por la violencia. Porque a través de la violencia puedes matar al asesino, pero no puedes matar el asesinato. A través de la violencia puedes matar a un mentiroso, pero no puedes establecer la verdad. A través de la violencia puedes matar a alguien que odias, pero no puedes matar el odio a través de la violencia. La oscuridad no puede apagar la oscuridad, sólo la luz puede hacerlo.»

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Esta es una realidad que los cristianos perseguidos viven. Basta verles con cuánta fe rezaban, cómo nos abrían sus casas, con qué cariño nos daban hasta lo que no tenían, cómo nos decían: «Sois hermanos y a un hermano se le da todo.»

Si queréis conocer las 25 historias que más me han impactado en Irak, podéis leerlas en el blog de iMisión o en mi blog personal. Poco más puedo hacer por estos hermanos nuestros. Mi misión hoy es orar por ellos y darles voz porque a ellos se las han quitado. Os puedo asegurar que es infinitamente más lo que ellos me han dado a mí. No creo que lo podáis ni imaginar. Quizás otro día os hable de eso.

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