El tifón Francisco

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Se le ve como padre de los niños de la calle, habla de compasión hasta el llanto, de hacerse mendigo y aprender de los que se sirve. Se acopla al lenguaje de gestos de un pueblo. Habla con metáforas que a veces escandalizan… Ese es Francisco.

XISKYA VALLADARES / Neupic

22-01-2015 – El viaje de Francisco a Filipinas no ha dejado indiferente a nadie. Ha sorprendido a creyentes y no creyentes; unos se han sentido muy confortados, otros cuestionados y algunos hasta ofendidos. Francisco no es un papa previsible y ha dejado bien patente su enorme libertad -muy propia de jesuitas- y su pasión por el Evangelio puro y duro. Me gusta la gente como él.

Ya en Sri Lanka sorprendió visitando el templo budista. En Filipinas no ha sido menos: Ha improvisado una visita a niños de la calle. Ha sltado el discurso preparado para los jóvenes y se puso a responder a sus cuestiones. Ha usado el gesto de manos que en lenguaje para sordomudos significa «I love you», aprendido del Cardenal Tagle. Ha sorprendido -esto como siempre- con su claro llamamiento a vivir el Evangelio sin autoengaños. Y ha pronunciado palabras que han sido muy discutidas por las redes sociales.

El tifón de Taclobán de grado dos no fue ni la sombra de lo que ha supuesto el tifón Francisco en Filipinas y -quizás- en el mundo. Hoy que ya ha dejado Manila y la ciudad ha vuelto ya a sus atascos, sus luchas, sus tifones, sus hambres, su paro, sus intrigas, sus sermones que no nos dicen nada, sus devociones puramente externas… esperemos que los efectos del tifón Francisco ayuden a que, después de su paso, la vida no siga siendo igual. Tampoco en nuestros países moralmente igual de necesitados.

A mí me bastaría con que nos quedáramos con tres puntos de todo su viaje:

  • Conmoverse hasta llorar 

«Existe una compasión mundana que no nos sirve para nada. Una compasión que, a lo más, nos lleva a meter la mano en el bolsillo y a dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión, hubiera pasado, curado a tres o cuatro y se hubiera vuelto al Padre. Solamente cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas […] Al mundo hoy le falta llorar […] Y, cuando nos hagan la pregunta: ¿Por qué sufren los niños? ¿Por qué sucede esto o esto otro o esto otro de trágico en la vida?, que nuestra respuesta sea o el silencio o la palabra que nace de las lágrimas. Sean valientes. No tengan miedo a llorar.»

No es un hombre de palabras vacías. Su lenguaje es coherente con sus gestos. En Sri Lanka habló del diálogo interreligioso y denunció la falsa religión que vive de la violencia, y lo vimos visitar el templo busdista. En Filipinas habla de la compasión y visita a los niños de la calle y se emociona con pobres a los que abraza. Mi pregunta es ¿qué pasa cuando predicamos muy bien con palabras pero nuestra vida sigue protegida por nuestras seguridades y las comodidades? ¿Qué nos sucede cuando el dolor del otro no nos conduce al llanto? Tengo la impresión de que huimos de los problemas reales, nos da pánico el riesgo que suponen involucrarnos en el sufrimiento del hermano, preferimos tranquilizar nuestra conciencia dando un poco (de tiempo, de dinero, de cariño, de…), un poco.

  • Hacerse mendigos

“Sólo te falta una cosa. Hazte mendigo. Esto es lo que nos falta: aprender a mendigar de aquellos a quienes damos. Esto no es fácil de entender. Aprender a mendigar. Aprender a recibir de la humildad de los que ayudamos. Aprender a ser evangelizados por los pobres. Las personas a quienes ayudamos, pobres, enfermos, huérfanos, tienen mucho que darnos. ¿Me hago mendigo y pido también eso? ¿O soy suficiente y solamente voy a dar? Vos que vivís dando siempre y crees que no tenés necesidad de nada, ¿sabés que sos un pobre tipo? ¿sabés que tenés mucha pobreza y necesitás que te den? ¿Te dejás evangelizar por los pobres, por los enfermos, por aquellos que ayudás? Y esto es lo que ayuda a madurar a todos aquellos comprometidos en el trabajo de dar a los demás: aprender a tender la mano desde la propia miseria.”

Esto sí que es un «puñetazo» a nuestra soberbia. Nosotros que nos creemos buenos porque vivimos ayudando a los demás. Que decimos que sufrimos cuando solo recibimos desagradecimiento. Nosotros que creemos saber lo que hace falta a nuestra sociedad. Que luchamos infatigables por un mundo más justo y más bueno. Tremendo tirón de orejas. Somos unos pobres ‘tipos’ porque nos creemos superiores y no sabemos realmente que lo importante ante Dios es nuestra sencillez de corazón, nuestra pequeñez y humildad. ¿Quiénes somos para dar lecciones? No es tiempo de sermones, es tiempo de acciones. Predicar sabemos todos, vivir lo que predicamos, solo unos pocos. Pero al mundo no lo cambian las palabras, lo transforman los hechos que nacen de un auténtico -y a veces silencioso- amor.

  • No tener miedo a vivir la libertad del Evangelio

Un gesto y una palabra. Y me ganaré las críticas de quienes lo han criticado. El gesto: el saludo con las manos que le enseñó el cardenal Tagle para decir «I love you» y que algunos han considerado un símbolo satánico. La palabra: «conejos» empleada cuando explicaba la necesidad de la paternidad responsable. No quiero añadir nada más a lo que ya escribí sobre ello en mi blog. Remito, eso sí, a la versión oficial del encuentro con los periodistas en el avión de Manila a Roma que fue el contexto en que se pronunciaron.

Pero sí quiero decir que percibo en el papa al jesuita libre e inteligente. Ni se arrepiente de lo dicho (que yo sepa), ni tampoco se inmuta por las críticas. Cierto es que está acostumbrado a las barbaridades que le dicen por Twitter algunos contrarios a la Iglesia y a la religión. Pero supongo que duelen mucho más las críticas cuando éstas vienen de los que se suponen son tus hermanos. Yo no quiero juzgar a quienes siendo Iglesia critican públicamente a nuestro Pastor Universal. Quiero aludir únicamente a esa libertad interior que denota Francisco en sus gestos y palabras.

Curiosamente es Nieztsche (filósofo ateo que mató a Dios) quien dijo: «Aquellos que eran vistos bailando eran considerados locos por quienes no podían escuchar la música.»  La música es el Evangelio, Francisco quien baila. Y no se puede bailar un ritmo y un son que no se escucha. O sintonizamos nuestros corazones con el Espíritu o perderemos el compás del Evangelio. Es tiempo de autenticidad, tiempo de coherencia, tiempo de valentía y riesgos. Llevamos demasiado acomodados e instalados en una vida pseudo-cristiana. El cristianismo es salir de nosotros, encuentro con el que sufre, entrañas de misericordia.

Y para ello hace falta hablar el lenguaje de nuestros hermanos que no saben teología. Hace falta el único lenguaje que todos comprenden: el de la misericordia y el amor que se traducen en acciones de perdón, de nuevas oportunidades, de llanto con el que sufre, de riesgo por el que está en peligro, de coherencia de vida. Y todo ello requiere mucha libertad para que las críticas no te hundan, para que la incomprensión no te abrume, y para seguir pensando más en el otro que en la propia reputación.

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