Podemos cambiar la historia

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(Raqqaa/Twitter)

XISKYA VALLADARES / The Objective

25.07.2014 – En Siria el Estado Islámico comienza a lapidar en público a mujeres adúlteras y a homosexuales. En Irak a marcar las casas de los cristianos con la N árabe de “nazareno”, una forma despectiva de llamar a los cristianos en el Corán. A la mujer que no lleva el burka se la considera provocadora de los hombres, de manera que si es violentada sexualmente sin llevarlo, la culpa es de ella y se le acusa de adúltera. A los cristianos marcados les ponen bombas en sus casas, les niegan la venta de alimentos, les aíslan y también les matan, a veces en una cruz. ¿Estamos en el siglo XXI?

No sólo sucede en Siria e Irak, también en Afganistán, Irán y Nigeria. En el código penal iraní, el artículo 104 dice expresamente que las piedras no sean excesivamente grandes para no provocar la muerte en el primer o segundo golpe sino que la mujer sufra más hasta morir. Pero como no es un tema que afecte a Europa, casi no se dice nada en los medios. No hay intereses políticos ni económicos de por medio. Da igual que una mujer valga medio camello, que en los juicios su testimonio valga la mitad que el de un hombre, si es violada su palabra no tiene ninguna credibilidad, sólo puede divorciarse de su marido si éste es drogadicto o impotente sexual, pero debe demostrarlo. En cambio, el hombre puede casarse hasta con cuatro mujeres a la vez, e incluso tiene derecho a “matrimonio temporal” para poder tener relaciones con una mujer sin ser acusado de adúltero.

Ciertamente no está en la mano de la mayoría de lectores poder resolver nada de todo esto. Pero sí el reflexionar sobre el tema de la mujer y de las minorías más débiles. Porque en España a nadie se le ocurre lapidar a alguien, pero siguen sucediendo casos inaguantables, como el de Megaluf en Mallorca, por poner sólo un ejemplo reciente. ¿Qué no es lo mismo? En el fondo se trata de una concepción de la mujer y de los más débiles como seres inferiores, cosificación de personas como objeto de placer y un quebrantamiento injusto de los derechos humanos. En el tema de los cristianos sucede tres cuartos de lo mismo. Aquí nadie les marca con una N árabe, pero se cierran capillas universitarias legalmente constituidas, se les ridiculiza, se les “trolea”, y en algunos ambientes hasta se les reduce la fe al ámbito privado como si la fe pudiese ser un compartimento aparte del ser humano.

Quiero terminar recordando una idea de Pierre Villaume: “La esperanza de la impunidad es para muchos hombres una invitación al delito.” Pero, como escribió Ernesto Sábato: “La historia no es mecánica porque los hombres son libres para transformarla.” Todo es cuestión de que tomemos consciencia y nos creamos capaces de cambiar nuestros pequeños círculos, seguramente podemos hacerlos más humanos, más respetuosos, más libres y más llenos de esperanza.

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