Santos amigos

522990535_1d598827e5_b

 

Mi amigo Osho decía: «Yo soy, yo soy. Haya discípulos o no, eso carece de importancia. No dependo de ti. Y todo mi esfuerzo aquí es conseguir que también tú no seas dependiente de mí. Estoy aquí para darte libertad. No quiero, de ninguna forma, anularte. Sólo quiero que seas tú mismo. Y el día en que esto suceda, cuando seas independiente de mí, serás capaz de amarme realmente. No antes.»

Cada día le pido a Dios que me ayude a no hacer daño a los que quiero. Quizás lo pensemos poco pero hacer el bien siempre y a todos, para nosotros, no es algo tan sencillo. Nos enredamos en mil y un emociones que pueden parecer amor, pero no lo son. Somos tan pobres y necesitados que, de vez en cuando, también somos un peligro inconsciente para los demás… A veces nos convertimos en mendigos, otras en tiranos, otras vamos de víctima y en ocasiones llevamos heridas abiertas.

Por eso, no quiero engañarme y pido luz para no dar el paso en falso. Con mis errores he aprendido que el amor no es necesidad. Ni tampoco es dependencia. Mucho menos pensar en la propia seguridad y bienestar. Alegrarse con el otro, dejarle marchar cuando quiera irse, aceptar que no te necesita, respetar su espacio y su tiempo, buscar sólo su bien y su felicidad, gozar de sus triunfos, dejar en manos de Dios lo que yo no pueda solucionarle, divertirse de verle disfrutar, interesarse por su día  y sus cosas sin agobiarle, alegrarse de que otros le quieran,  comprender sus limitaciones,… Todo eso y más es realmente amar. Somos capaces. Pero sólo cuando hemos experimentado un amor igual o mayor. Es cuando el sentimiento es más grande porque se multiplica por dos (el tuyo y el del otro). El gozo es enorme, la alegría de compartir sin límites, la unión más profunda y sólida… En verdad, cualquier otra forma de amar es sólo sucedáneo, no es real. Que no te engañen.

Al amor va asociada la libertad. Se nota que somos obra de Dios. Llevamos su sello y por eso somos capaces de amar como Él. Lo vemos casi siempre entre los santos, san Francisco y santa Clara, san Francisco Javier y san Ignacio de Loyola, san Juan Capistrano y san Bernardino de Siena, san Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, san Camilo de Lellis y san José de Calasanz, santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz, san Felipe Neri y san Carlos Borromeo, etc. Parece que «Dios los cría y ellos se juntan»… LLevan el amor de Dios dentro, les desborda y se les nota sin mucho esfuerzo. De alguna manera éste convierte a la persona en amor, por lo que no requiere nada. Se da sin más. No espera. Da igual la respuesta, pero la respuesta surge necesariamente aunque no se la espere. Es uno de los regalos de Dios más grande que puede darnos. De otra forma es tan fácil hacer daño…

Hoy hay santos en vida aunque no los reconozcas tan fácil. Pasan desapercibidos porque la mayoría no hacen ruido. Yo he tenido la bendición de descubrir a a unos cuantos, no muchos, y el regalo de que ellos sean mis amigos. A ver si me contagian algo 😉 De momento, sólo doy gracias.

1 Comment
  • Michelle
    Posted at 23:07h, 14 mayo Responder

    Me hizo bien leer esto!!!!!!!!!!! GRACIAS!!!!!!!!!
    🙂

Post A Comment

*