San Pedro en el primer Angelus del Papa Francisco

Misericordia

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Después de cinco días como Papa, Francisco me ha conquistado el corazón. No sólo por sus formas, tan naturales y espontáneas, sino también por su contenido, tan profundamente evangélico y humano.

Le he seguido creo que en todas sus apariciones públicas. Desde el primero momento en que salió al balcón, la misa con los cardenales, la audiencia con los periodistas, la misa en Santa Ana y el Ángelus. Todo esto gracias a la app del Vaticano The Pope que ha transmitido en directo todas sus eventos públicos. Y creo que cada día me ha sorprendido más.

Ayer ante los periodistas fue impresionante su desparpajo al explicar por qué había elegido su nombre Francisco y la bendición silenciosa por respeto a las conciencias de quienes no creen. Ya me gustaría a mí que ciertos personajes tuvieran ese mismo respeto hacia la Iglesia. Impresionante cuando dijo que le gustaría «una iglesia pobre y para los pobres». Escúchalo tú mismo en el vídeo, no tiene desperdicio.

Pero esta mañana, al terminar la misa en Santa Ana, creí que a su cuerpo de seguridad le daba algo. No daban a basto. Primero se le ocurrió ponerse a la puerta de la Iglesia a saludar a los feligreses como si fuera un párroco cualquiera, revestido aún, como hacen algunos párrocos. Después, cuando se le hacía tarde para llegar al Ángelus, se puso a saludar a los cientos que lo esperaban por fuera. La Seguridad no daba a basto, se les veía correr de un sitio a otro. Y al secretario hacerle de vez en cuando alguna escuchita, supongo que avisándole de la hora, que se hacía tarde.

San Pedro en el primer Angelus del Papa Francisco

San Pedro en el primer Angelus del Papa Francisco

Y luego en el Angelus, tres veces repitió que se nos olvida la misericordia de Dios, que Él no se cansa, sino nosotros. Me encantaron estas palabras: «Un po’ di misericordia rende il mondo meno freddo e più giusto. Abbiamo bisogno di capire bene questa misericordia di Dio, questo Padre misericordioso che ha tanta pazienza», aludiendo al libro del cardenal Walter Kasper. «No es que haga publicidad de mis cardenales», dijo.

Recordemos que su lema episcopal es justo «Miserando atque eligendo» que son unas palabras del Evangelio sobre la elección de San Mateo, de quien se dice que Jesús «mirándolo con misericordia lo eligió». Tomado de la Homilía 21 de San Beda el Venerable, un monje benedictino del siglo VII.

Se han visto fotos suyas viajando en metro en Buenos Aires, tomando mate, besando los pies de un niño enfermo de SIDA, vistiendo sotana remendada, zapatos viejos, y con gestos sorprendentes en un Papa. Hay quien dice que le recuerda a Juan XXII, yo no lo conocí; a mí me recuerda a Juan Pablo II, aunque como una «edición corregida y aumentada».

Muchos ateos están diciendo que les gusta este Papa. No sé si seguirá gustándoles cuando sepan su doctrina sobre el aborto, el matrimonio gay y la eutanasia. Ojalá que sí. Pero en eso que no esperen cambios. Los cambios que parece traer son más profundos. Un corazón misericordioso y pobre como el de Jesús. Desinstalarnos de nuestras comodidades, abrazar la cruz, no rezar al diablo, ser compasivos con los más pobres, etc. En definitiva: Un «volver a poner a Cristo en el centro», como dijo a los cardenales en la Eucaristía del viernes.

Pero es esto, justamente esto, lo que seguramente hará que en la Iglesia vuelva a lucir un rostro tierno, amable, misericordioso, que la haga más cercana y acogida por los que perdieron su fe en ella hace tiempo.

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