La fe no puede quedarse en casa

FOTO: XISKYA VALLADARES

En una sociedad plural, tolerante y libre, es incoherente intentar reducir la fe a ámbitos privados como pretenden algunos. Cuando todos ejercen su derecho a la libertad de expresión, ¿se excluye de ella el tema religioso? La fe no puede quedarse en casa porque es marca de nuestra identidad.

Vivimos un momento histórico en que palabras como tolerancia, pluralidad y libertad están muy de moda en nuestra sociedad. A algunos se les llena la boca afirmando que en nuestra sociedad lo diverso es un valor. Podemos constatar que cualquier grupo social tiene toda la libertad de expresarse, de manifestarse y de reivindicar sus ideas en plena libertad. Sin embargo, paralelo a esta realidad, cada vez se extiende más esa idea de que las creencias religiosas pertenecen al ámbito privado y no tanto al público.

Todos sabemos cómo feministas y gays no sólo no ocultan su identidad o ideología, sino que la defienden, tanto cuando están con sus amigos, como cuando están en el trabajo, como en las manifestaciones públicas. Y no sólo están en todo su derecho legal de hacerlo, sino que serían incoherentes si no lo hicieran. Lo mismo sucede cuando alguien se ha enamorado o se va a casar: no suele ocultarlo. O cuando un hombre va a ser padre, etc. La persona es una unidad y no cambia sus sentimientos, ni sus pensamientos, ni sus valores, cuando cambia de entorno o de relaciones.

Ciertamente no se trata de ir divulgando nuestra intimidad, ni de imponer nuestros valores a nadie, ni de dar la nota. Se trata de coherencia en la vida y de ejercer un derecho de libertad religiosa y de expresión. Pero parece que en la actualidad este derecho está vetado a la religión. Como si los creyentes fuéramos ciudadanos de segunda con recortes de derechos. Existe cierto interés y presión por relegar la religión a casa o a la iglesia. Cuando en la actualidad hay gente que expone públicamente hasta lo más íntimo sin que nadie les pueda decir nada.

Pero es que un creyente no puede ocultar su fe, le saldrá hasta por los poros; es lo normal. Igual que un enamorado no puede ocultar su amor. O que una feminista o un liberal no pueden esconder su ideología. Se les «escapa» en el día a día, en el trabajo, con los amigos, en la familia, etc. Si en el trabajo se permite tener las fotos de los hijos, ¿por qué no se puede tener una imagen religiosa? ¿Acaso la libertad de expresión excluye el tema religioso? Si incluso movimientos como el 15M tienen libertad de tomarse una plaza durante más de un mes, manifestarse por las calles siempre que quieran, incluso sin pedir permiso. A los creyentes nos ampara la Constitución, artículo 16. Podemos ejercer también nuestra libertad religiosa, “sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley.”

Porque la fe no puede dejarse en casa como si de una prenda de «quita y pon» se tratara. Igual que no te dejas tus sentimientos, ni tus ideologías, ni tus valores, ni tus experiencias. Porque no podemos separar de lo que somos esos encuentros personales que marcan nuestras vidas. La fe es una experiencia personal de un encuentro de amor con nuestro Dios. La religión es un modo concreto de vivir esa fe. No podemos separarla de lo que somos. No podemos ocultarla. Como no ocultamos nada de lo que nos sentimos felices y orgullosos de poseer. La fe es el mayor don recibido. Ya en los inicios del cristianismo las personas morían por su fe. Esperemos no tener que llegar a ese punto en pleno siglo XXI, donde nos jactamos de sociedades abiertas y tolerantes, en las que hay un sitio para todos.

1 Comment
  • Manuel Valls
    Posted at 18:25h, 29 agosto Responder

    Los seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando por los últimos.

    José Antonio Pagola

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